Esta salsa típicamente japonesa originalmente solo se elaboraba en la prefectura de Aichi. El secreto de su calidad es el modo tradicional de elaboración mediante una fermentación mínima de 12 meses en barricas de cedro de 100 años de antigüedad.
A lo largo de la fermentación, las proteínas de la soja se descomponen en aminoácidos, y permite que los sabores se desarrollen de manera compleja y equilibrada, lo que le da al tamari su umami característico y su sabor salado, ácido, dulce y ligeramente amargo.
Es un producto hecho de habas de soja de alta calidad, koji (un iniciador de la fermentación hecho a partir de esporas de Aspergillus oryzae, un hongo que descompone los almidones y proteínas en la soja, facilitando la fermentación), shochu (destilado de sake a base de arroz que se agrega para controlar la fermentación y enriquecer el sabor) y sal marina.
Como ves, a diferencia del Shoyu, el tamari no contiene trigo ni, por tanto, gluten. Tampoco contiene sal ni azúcares añadidos.
Su color es marrón muy oscuro y su sabor es algo más intenso que el del shoyu.
Al ser un producto ecológico, no contiene OMG’s y sus ingredientes no han sido tratados con pesticidas ni químicos.
No lleva colorantes ni potenciadores del sabor, ni aditivos como los que se usan en versiones más comerciales para acortar (e incluso eliminar por completo) el tiempo de fermentación. Además contiene menos sal y por ello, se considera más saludable. Solo lleva ingredientes naturales y ecológicos.
Esta salsa no es apta para personas con intolerancia a la histamina porque, al igual que otros productos de soja fermentados, contiene mucha histamina, que se produce durante la fermentación.
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Puedes usar la salsa Tamari en platos de pescado tanto cocinado como crudo (sashimi). Marida estupendamente en platos de arroz, pasta, tofu, verduras, sopas…
Puedes usarlo como base para salsas (teriyaki), adobos y marinadas.
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Su principal beneficio es que ayuda a disminuir la cantidad de sal en la dieta sin renunciar al sabor.
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