Annona cherimola es un árbol cultivado desde hace siglos por los mochicas en los valles de la costa norte de Perú.
En quechua la llamaban chirimuya que significa "semillas frías", en alusión al clima fresco y de altura que favorece su cultivo.
Ahora podemos encontrarlas cultivadas en España, en la costa sur y en Canarias, desde septiembre a finales de enero, aunque se trabaja en hibridarlas con variedades tempranas y tardías para alargar su temporada.
Bajo su ruda piel, la chirimoya esconde una pulpa deliciosa, jugosa, muy aromática y con un peculiar sabor azucarado y ligeramente ácido.
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La mejor forma de comerla es al natural, bien madura: córtala en dos mitades, retira el duro y pequeño tallo interior y cómela a cucharadas, devolviendo al plato las pepitas intactas.
También puede pasarse por un tamiz para separar las semillas y usarse como crema en la elaboración de sorbetes y batidos. Esta crema de chirimoya va bien con yogur y semillas o muesli, o con gelatina para preparar una deliciosa tarta semifría.
Te en cuenta que su pulpa se oxida rápidamente, adquiriendo un color pardo menos atractivo.
Para evitarlo rocíala con zumo de limón.
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Contiene un 18 % de carbohidratos, principalmente glucosa y fructosa.
Es una buena fuente de energía: una chirimoya pequeña de 200 gramos proporciona 148 calorías, que no son muchas en relación a su volumen. Por eso sacia más que otros alimentos que aportan tantas o más calorías.
Su pulpa concentra vitamina C, vitaminas del grupo B y buenas cantidades de potasio, calcio y hierro.
Con esta composición te ayudará a regular la tensión arterial, a fortalecer huesos y músculos y a combatir la anemia.
Además, la chirimoya ayuda a regular el pH de la sangre, equilibrándolo, y protegiendo frente a algunas enfermedades relacionadas con una excesiva acidificación de la sangre.
Por su riqueza en agua y fibra es muy digestiva y depurativa.
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